domingo, 28 de octubre de 2007

Soledad sin Angustias

Últimamente Sebas viene viajando más de lo que me gusta. Tiene que estar en Buenos Aires y en Santiago para encargarse de que los negocios anden encaminados. Tiene esta idea fija de que él y sólo él es el indicado para sacar los proyectos adelante y saben qué, empiezo a creerle.

Llevamos 6 años juntos y durante todo este tiempo hemos tenido que despedirnos mucho más de lo imaginable. Cuando es uno el que viaja las cosas se hacen más ligeras, está la ilusión de por medio que sirve de balanza. Pero cuando es uno el que se queda las cosas son distintas, uno tiende a dramatizar, o por lo menos así lo hago yo. Cómo me cuesta dejarlo ir. Me quedo con una sensación en el estómago que me recuerda a la tristeza, a la nostalgia, al pavor. La idea de saber que va a estar suspendido en el aire por horas me asusta. La incomunicación me asusta. La incertidumbre me asusta. Por eso Sebastián está obligado a llamarme a penas pisa tierra, si se demora más de lo establecido yo ya estoy con la tele prendida en canal N para ver si me encuentro con alguna desgracia área. Sí, ya sé, patético lo mío.

Pero a pesar de la pena de separarnos y de las inevitables lágrimas que aún no aprendo a dominar en las despedidas, debo confesar que disfruto cuando él no está. Y en este punto quiero ser clara, no es que su ausencia me haga sentir feliz porque pueda llegar a hartarme de él y sienta que necesite vacaciones de Sebastián (para eso es el hombre perfecto) más bien su ausencia me amista conmigo misma. Puedo llegar a ser tan dependiente de él y a disfrutar tanto de los momentos juntos, que en su presencia me cuesta mucho disfrutar de mí y de nada más que de mí.

No voy a hacer un análisis de las cosas que hago cuando él no está porque muy interesantes no son. Pero lo que sí quiero subrayar es una verdad a la que llegué hace unas semanas: de todas las soledades que he conocido esta es la menos hostil. De todas las soledades esta es fructífera en tiempo real. No hay ese deseo de querer acabar con ella lo antes posible. No está su hermana favorita, la Angustias, para torturarme con la posible eternidad de la Sole. Ahora pienso, si en esos periodos de soledad hubiera tenido la paz para disfrutarla cuán más grande sería yo. Gracias a los viajes de Sebas he aprendido a invitar a la soledad a mi casa sin miedo alguno, claro debe ser porque sé que en cualquier momento aparece Sebastián por la puerta para espantarla hasta su próximo viaje.

Fórmula: Soledad - Angustias - Proyecciones + Yo = La Sole (buena onda la Sole)

miércoles, 17 de octubre de 2007

Matrimonio 6x1

Desde hace un tiempo mis amigas y yo hemos hecho un pacto tácito de juntarnos durante la semana a tomarnos unas cervezas, destrozar a los hombres (sobretodo a los nuestros) y recordarnos lo bellas y hermosas que somos, porque a veces se nos olvida.

Esta vez llegué con cervezas en una mano y con puchos en la otra. Por alguna razón me he convertido a la proveedora de cigarros de nuestras reuniones, soy algo así como la bodeguera, pero con estilo claro. Antes de llegar yo ya sabía por donde iban a transitar nuestras conversaciones de esa noche, iban a tocar el mismo tema que venimos tocando desde que la Gata nos contó que se casaba. El tema, el único, el necesario, el que nos pone eufóricas: señores y señoras con ustedes: El Matrimonio.

Si bien todas estamos en pareja y la mayoría desde hace mucho, las únicas dos que han pasado por ese "trámite", como lo llamarían los hombres, son Nicole y próximamente la Gata. Nicoles se casó hace unos años al salir embarazada y digo "al" y no "por" porque finalmente fue una decisión que se trató de tomar al margen de la panza que crecía sin parar. Si bien se celebró de la mejor manera, creo que a todas nos costó un poco la idea de perder a una de nosotras tan pronta y abruptamente. Creo que le dedicamos más tiempo al asombro y a la sopresa que al goce del evento y de la fecha. En ese entonces éramos más vulnerables a los cambios.

Esta vez, con el matrimonio de la Gata reaccionamos distinto. Si bien nos shockeó a todas al comienzo la noticia (porque siempre duele perder a una pero sobretodo porque siempre asusta pensar en que tal vez a una nunca le toque) tuvimos un tiempo para digerirlo y enamorarnos de la idea de ver a la Gata vestida de novia. De repente la boda de la Gata se había convertido en el evento del año, en nuestrto tema de cabecera. Tanta importancia le hemos dado que empiezo a sospechar que cada una en su locura de hormonas está viviendo los preparativos de la boda como si fueran suyos. Es decir, no es sólo la Gata quien se casa, con ella se casa Nicole nuevamente, Camila, María, Celeste, Paula y por supuesto, yo.

Me parece delicioso haber llegado a un grado de amistad tan profundo y sincero que no quepa la envidia que siempre es flaquita, estrecha y mañosa. Estamos disfrutando toda la pre como si fuera nuestra y estamos felices de ver a nuestra adorada Gata tan feliz e ilusionada. Pero al margen de esa generosa y solidaria empatía, sigue esta idea retorcida de vivir la historia de la Gata como si fuera nuestra. Nos estamos chupando toda su emoción y ya estamos bien zampadas. En nuestro inconciente dejamos de sentirnos pajecitas, damitas o violinistas, para alucinarnos las estrellas, las reinas, las impecables, las novias. La Gata no has permitido vivir por adelantado este sueño rosado que tiene casi toda mujer: casarse, tener una linda boda, un esposo perfecto pero sobretodo ser el punto de atención aunque sea por una sola noche.

Pero finalmente esa noche será la noche de la Gata y de nadie más que de la Gata. Nosotras estaremos paradas a un lado divagando en nuestra imaginación. Seguramente esa noche alguien se peleará con el pelmazo de su novio, otra se tomará todos los tragos hasta quedarse dormida en una mesa o hasta tal vez alguna reciba la resbalosa propuesta de casarse. Sea como sea al resto aún no nos toca.

Mientras tanto, sugiero disfrutar de nuestra aún soberanía, que aunque muchas veces querramos divociarnos de ella para cambiarla por un anillo y dos cepillos de dientes, sigue siendo deliciosa, libre y rebelde. Por eso me propongo disfrutar de la "S" de mi DNI, porque estoy segura que cuando la reemplace una "C", recordaré con nostalgia a mi "S" querida.

viernes, 12 de octubre de 2007

Capítulo I: Sexo con 200 mujeres y un hombre

Ayer tuve la valentía y la poca dignidad de asistir al último show de Carlos Galdós, que hace todos los jueves en el Satchmo donde los únicos que no están invitados son los hombres, por eso se llama "Sólo Mujeres". Una amiga que trabaja en un canal de cable tenía entradas gratis y no sé por qué pensó en mí al momento de invitarme. Espero que haya sido por mi gusto por el teatro y no por haberme asociado con el perfil de esas mujeres histéricas y solteronas que hacían cola desde la siete de la noche para ver a Galdós.

Nos tocó compartir la mini mesa con dos narradoras de noticias también de un canal de cable. Al principio fue un simple saludo pero luego terminamos en complicidad cuando despotricábamos el menú y la conchuda regla de tener que consumir la suma mínima de S/.30. Más que el Satchmo parecía el Lima Golf, pero con olor a aceite Primor.

Comprobé que la puntualidad que se trataba de establecer en el país estaba bastante abandonada. El show debía empezar a las 8, eran las 9 y en el escenario sólo había un argentino hablando de su peluquería e intentando demostrarnos a todas, gracias a una camicace del público, lo simple que era hacerse un cambio de look. Aluciné que la gente hace mucho por plata pero a veces hace mucho más por no pagar. Un cambio de look en 5 minutos, no hay forma! Ni zampada!

Finalmente apareció Galdós haciendo un striptease bastante malo, aunque siendo sincera todos los stripteases siempre me han parecido bastante malos. Jamás he entendido por qué debería excitarme ver a un hombre sacándose la media de fútbol en cámara lenta. Pero bueno son íconos y clichés y como buen vendedor, Galdós sabe que un stirptease vende, sobretodo si hay 200 mujeres sedientas por sexo, fama y una tonelada de dignidad.

La dinámica del show me pareció innovadora y eso es un mérito del esposo de la peluquera (la esposa de Galdós es la jefa o socia del argentino evangelizador de las 9 de la noche). A diferencia de un unipersonal, esta vez era un diálogo entre él y su público, claro que un diálogo un poco déspota porque él hablaba y las mujeres opinaban. Recuerdo haber ido a distintos shows y ver a la gente disfrutar como locos cuando el showman se acercaba al público a cuestionarlos, burlarse de ellos o a pedir su colaboración para... burlarse de ellos. Entonces Galdós, como buen vendedor, sabía que eso funcionaba y funcionó.

El tema del evento eran los hombres y todas esas cosas que nos pasan de vueltas a las mujeres. Nada nuevo. Ya había escuchado mil veces sobre hombres haciendo el amor con medias o de la complicidad que existe entre un hombre y sus amigos. Pero al pareces citar esos ejemplos volvía locas a las mujeres, sobretodo cuando se hablaba de sexo, que fue el 80% del show.

Yo me había abstenido de participar. No veía por qué tenía que contar mis roches o desgracias con desconocidas. Una llegó a contar que se había casado con un hombre que había terminado siendo más gay que Elton John y lo peor de todo es que se llamaba Cesarina. Galdós le preguntó si le habían puesto ese nombre por haber nacido por cesárea. Otra comentó que una vez había estado con un hombre tan agraciado que no había podido sentarse en 3 días. Muy fuerte.

Finalmente y de manera de catarsis Galdós sacó un muñeco de trapo, como los muñecos de budú y empezó a pedir participantes para clavar estacas maldiciendo eso que les llegaba de los hombres. Por no más cachos, por no más fútbol, por no más mentiras. Y en el medio de esa violencia salió mi mujer estúpida y necesitada de venganza. Galdós buscaba entre la gente más candidatas para aniquilar al muñeco y yo levanté mi voz para que se acercara a mí. Y con el micrófono muy cerca de mi boca grite: odio que a los hombres les cueste tanto comprometerse, hace 6 años que estoy con mi enamorado y todavía no me pide que me case con él. Y juash! clavé la estaca. Medio minuto después sentí muchísima vergüenza. ¿Qué había hecho? Había confesado uno de mis traumas frente a desconocidas y frente a un camarógrafo, pero lo peor de todo es que me había comido el cuento de que clavar una estaca en un muñeco podría quitarme esa angustia. Nada más falso.

Al final del show Galdós tuvo la genial idea (no les digo que es un gran vendedor) de compartir con todas "sus mujeres" un video de su esposa y de su hijita. A mí me pareció asqueroso ese acto, pero al resto parecía fascinarles. Los "ahhhhhhhhhhhhhhh" se dibujaban en la boca de todas. Aproveché la cursilería y los bostezos de mi amiga para escabullirnos antes de que terminara el video. Así no agarramos tráfico, le dije, pero lo cierto es que no era que a mí me jodiera tanto zamparme ese video o verme en el medio de un tráfico, lo cierto es que yo me largar antes porque no estaba dispuesta a develar mi identidad frente a todas cuando las luces se prendieran. Ya me había expuesto demasiado.

De regreso a mi casa, me puse a pensar en lo mal que me había sentido por mi declaración. Pero después me di cuenta que en realidad mi situación no estaba tan mal. Sería una lorna por no poder conseguir que mi novio se quisiera casar conmigo pero por lo menos tenía un novio, y no tengo bigotes ni patillas, y no soy secretaria de un mañoso, y no me gustan esos shows y no los necesito y no tomo tragos dulces y no tengo estrillas ni 36 años. Lo demás, son huevadas.